Historia, memoria y derechos, la triple función social de los archivos

En el último de los tres encuentros del ciclo Archivos en Diálogo, investigadores y especialistas en archivística debatieron sobre los desafíos y la hibridación que vincula lo público con lo privado en los proyectos de gestión documental.

27-07-2021

Los archivos representan la búsqueda de la voz propia y la resignificación del pasado. Al mismo tiempo, la participación social sobre ellos permite una polifonía y el diálogo con la comunidad a través de la promoción de un ideal que marca que dichos fondos documentales son de, por y para la gente. Este eje que remarca la importancia del acceso público a los archivos fue el elemento nodal que atravesó el diálogo entre los especialistas que participaron del encuentro Archivos Públicos – Archivos Privados, inscripto dentro del ciclo Archivos en Diálogo.

En el encuentro online que se transmitió por el canal de YouTube de la UNTREF y que fue organizado por la Diplomatura en Archivística y Gestión Documental de la Universidad y el Archivo General de la Nación (AGN), se trabajaron conceptos relacionados con la identidad, la memoria, la cultura, la militancia, la democracia y el autoritarismo, todos ellos envueltos en la tensión existente entre la necesidad de permitir el acceso público a los archivos y el resguardo de la privacidad de quienes donaron un determinado fondo documental.

Convocados para este último encuentro del ciclo, los expertos Aymará Pais, del Archivo Nacional de la Memoria; Eugenia Sik, del Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI); Mateo Maiorana, del Archivo de las Abuelas de Plaza de Mayo; y Cecilia Estalles y Belén Carrera, del Archivo de la Memoria Trans, coincidieron en que el hecho de visibilizar un archivo permite de alguna forma una cierta reparación histórica de quien entregó dicho material o del colectivo al que el mismo pertenece.

“Nosotras teníamos como único objetivo el hecho de sabernos vivas. Cuando comenzamos a trabajar en los archivos a través de la recuperación de fotografías lo hacíamos con esa intención, la de resguardar un material que permitiera hacer visible nuestra identidad”, explicó Belén Carrera. A su vez, su compañera en el Archivo de la Memoria Trans, Cecilia Estalles, manifestó que uno de los debates ideológicos que surgen en la labor archivística tiene que ver con qué material se pone al alcance del público y cuál debe seguir siendo privado. “Tenemos un acervo de más de cinco mil imágenes que están publicadas, pero nosotras también les consultamos a las personas que nos donan esas imágenes cuáles son las fotografías que pueden ser de carácter público y cuáles no”, explicó.

Esta convicción de mantener un diálogo constante con la persona que dona los archivos personales apareció también en la disertación de Aymará Pais. La especialista del Archivo Nacional de la Memoria remarcó la necesidad de identificar al productor del fondo documental y dilucidar el motivo por el cual existe el deseo de resguardar dichos materiales. “En nuestro caso nos encontramos con muchos archivos donados por militantes de organismos de Derechos Humanos. Inicialmente nos preguntamos si estos materiales se encuentran ordenados archivísticamente y si son o no de consulta pública. Esto es fundamental para proceder luego a la función de democratizar los archivos y respetar las vidas íntimas y privadas de las personas”, sostuvo.

Para Mateo Maiorana, de Abuelas de Plaza de Mayo, uno de los principales inconvenientes en la labor archivística reside en la fragmentación del material documental. Al no seguir la persona dueña de un archivo privado un criterio de guarda, termina descartando valiosas piezas que luego impiden que se reconozcan cuáles fueron los procesos de producción y el contexto en el que dicho archivo se generó. “El objetivo primario que tuvimos fue sistematizar la documentación para hallar la información útil que permitiría luego contribuir a la búsqueda de los nietos”, dijo, y agregó que desde su espacio cuentan con un archivo bibliográfico familiar compuesto por más de 2100 entrevistas que se realizaron para que los nietos conozcan a sus padres. “Viene ahora la tarea de pensar qué hacer con estas entrevistas en los próximos años, resignificar el acervo documental y cómo pensarlo, teniendo en cuenta el valor sentimental y emocional que tendrán estos materiales”, precisó.

Finalmente Eugenia Sik, del CeDInCI, dio cuenta de la función de militancia que conlleva el archivo y coincidió con Maiorana en lo relativo a respetar la idea original que tiene aquel que entrega un fondo documental. Para ella, en el trabajo diario en la archivística no hay que distorsionar el espíritu y lo que se buscaba difundir a través del archivo. “Por otro lado, en el trabajo cotidiano convivimos con las tensiones que se dan entre la búsqueda de democratizar los archivos y abrirlos al público y los límites que marca la privacidad de los mismos”, remarcó.

El evento se dio en el marco del lanzamiento de la Diplomatura y el Bicentenario del Archivo General de la Nación. Durante el primer encuentro del ciclo participaron Alba Laura Lombardi, del AGN; Guadalupe Gaona, del Ministerio de Cultura de la Nación; Guillermo Clarke, del Archivo de la Memoria de la Provincia de Buenos Aires; Martín Paz, del Archivo Investigación en Arte y Cultura Dr. Norberto Griffa - IIAC; y Paula Hrycyk, también del IAAC y coordinadora de la Diplomatura. Por otro lado, en el segundo diálogo participaron Diego Echezarreta, del AGN; Mauricio Genta y Angie Cervellera, de Wikimedia Argentina; Ramiro Uviña, del Archivo IAAC; y María Fernanda Treviño, de la Asociación Latinoamericana de Archivos.

“Las cajas de fotos era lo primero que guardábamos en las mudanzas o cuando sufríamos allanamientos. Al resguardar estos documentos, inconscientemente nos volvimos coleccionistas y al hacer público nuestros archivos, permitimos que nuestra identidad saliera a la luz. Las fotografías, como las marcas que llevamos en nuestros cuerpos, forman parte de las huellas de nuestra historia”, concluyó Carrera.